19 septiembre, 2014

MIEL

(I)

"Míralos,
como si el cuerpo no les pesara
y debajo suya quedase el tiempo.

Si se cansan
descienden y se posan
sobre la calma 
que crece de las raíces
para darles un nuevo aliento.

Y de nuevo arriba;
a veces visitan nubes
otras vuelan a ras de suelo.

Así es la vida, hijo,
elijas lo que elijas
nunca dejes que los vaivenes
ni las coartadas ni los espejos
llenen tu alas de miedo.

Para, si ves que no puedes,
respira
y recuerda qué las mueve
antes de retomar el vuelo"

(II)

Los pájaros echaron a volar;
hace años de aquello, 
desde tus ojos color miel 
me enseñabas a mirar,
yo les seguía boquiabierto,

Qué fácil era
ver cómo mengua la luna 
con tus dedos señalando constelaciones 
en la segura calma de nuestra duna,
con una mano hundida en arena 
y la otra agarrada a la tuya. 

Qué simple,
desde tus pupilas aventureras 
ver un mar sobre el desierto 
y sumergirnos a observar peces 
de colores casi eléctricos. 

Hoy yo soy tierra bajo aquel mar 
y tu memoria 
está hecha de pedazos de cielo; 
si supieras
cómo me obligas a reflotar 
para honrarte los recuerdos...

Los pájaros echan a volar, 
les intento seguir
como entonces me decías,
pero no siempre puedo 
y vuelvo a tus ojos
para mirar desde las uñas
de nuestras viejas entrañas
y arrancarme el puto miedo.

Si acaso llorar como entonces,
despojando a las penas de profundidad, 
una rabieta y hasta luego.

(III)

Hoy he sobrevolado aquel lugar
y a la altura de una extraña isla
con forma de boca,
a cada segundo cambiante,
el tiempo ha parecido una carcajada
y me he acordado de tí.

Te escribo,
desde una de tantas ramas
de tantos estados de ánimo
que en los escondites de esta locura
he tenido la suerte de descubrir,
para decirte que lo conseguí.

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